Si se llegara a producir una invasión americana, Chávez tendría que abandonar el poder formal del Estado para convertirse en Jefe de la Revolución, convertida en resistencia. Cuando Hugo Chávez decidió que el escenario final del proceso bolivariano sería una guerra asimétrica con el enemigo estratégico de la Revolución, Estados Unidos, concentró sus esfuerzos en la preparación de la resistencia cívico-militar de Venezuela, definida como "Defensa Integral de la Nación".
Bajo ese enfoque, varios de los 10 objetivos estratégicos del nuevo mapa de la Revolución pasaron a un segundo plano en el órden de prioridades. Así, mientras algunas de las metas quedaron borrosas en el Mapa Estratégico (nueva estructura social -revolución social-, nueva estrategia comunicacional, nuevo modelo democrático de participación popular -poder popular-, creación de una nueva institucionalidad del Estado -guerra contra la burocratización-, lucha contra la corrupción, -nueva estrategia electoral- elección de los candidatos por la base-), otras recibieron tibios impulsos (ejes de desarrollo, zonas de desarrollo con polos de desarrollo, y núcleos de desarrollo endógeno).
El énfasis real de la acción oficial fué colocado sobre los objetivos 9 y 10 (profundizAr y acelerar una nueva estrategia militar nacional y seguir impulsando el nuevo sistema multipolar internacional), que tienen que ver directamente con la esperada confrontación bélica con el enemigo estratégico: el imperialismo americano, aliado en un eje político-militar con el Estado colombiano.
Parte de la preparación para la guerra asimétrica se desarrolla en torno a dos estrategias de alcance continetal.
El arma utilizada para ella es la principal vulnerabilidad del enemigo, y en este caso el petróleo. La primera estrategia de la jefatura del Estado es comprometer políticamente con la Revolución Bolivariana, en plena crisis petrolera mundial, la posición de otros Estados que ven en el oro negro venezolano y en el podrío de PDVSA la solución a graves problemas en sus economías.
La operación se desarrolla en forma de pinzas. Por un lado se formalizan convenios petroleros con los gobiernos del sur del continente, otorgándole preferencia a los aliados estratégicos (Cuba, Brasil) aislando a cada Estado firmante del enfrentamiento con Estados Unidos. Por otro lado, con Petroamérica, los países irán rompiendo toda dependencia petrolera con los Estados Unidos.
Además, en la medida en que han ido creciendo las reservas internacionales de la revolución, a la diplomacia petrolera se le ha añadido la diplomacia financiera, que se estrenó en su momento con la compra de bonos argentinos, y la idea de crear un Banco del Sur con el aporte inicial de varios miles de millones de dólares venezolanos.
La otra estrategia no pasa por el ejercicio de la jefatura del Estado, sino por la conducción revolucionaria y se ejecuta a través del Congreso Bolivariano de los Pueblos. En este caso no se trata de acuerdos entre gobiernos, sino entre partidos políticos y sociales. La dirección del Congreso Bolivariano de los Pueblos la ejerce la Secretaría Política, integrada por el Frente Sandinista, el MAS de Evo Morales, el Pachakutik ecuatoriano, El Movimiento Sin Tierra, los Piqueteros, el Frente Farabundo Martí, el Partido Comunista Cubano, y los Círculos Bolivarianos de Venezuela.
El Congreso Bolivariano de los Pueblos se manejaba en 2.003 con un programa mínimo, donde los puntos centrales eran para entonces, el rechazo al ALCA, al Plan Colombia y al Plan Puebla Panamá, la condena al embargo cubano, la defensa de la Revolución Bolivariana y la disposición a luchar "desde los pueblos" contra el imperialismo yanki.
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