En uno de esos raros momentos de lucidez que tienen nuestros gobernantes, el Secretario de Cultura de Medellín, Jorge Melguizo decidió criticar el supuesto humor paisa, que, según él les legó Guillermo Zuluaga, "Montescristo", y que según algunos es vulgar, machista e irrespetuso con los discapacitados y con las minorías.
La afirmación del Secretario ha producido una escandalera entre los antioqueños, y ha generado la tradicional catarata de idioteces y sandeces que caracteriza a nuestra prensa, por obra y gracia de periodistas y opinadores.
Lo cierto, sin embargo, es que entre nosotros, y me refiero a todo el país, no existe el humor, esa virtud excepcional de los ingleses que solo ellos tienen verdaderamente. Entre nosotros lo que existe es el chiste, una variedad de chiste escatológico, vulgar, grosero, ramplón y sucio. Lo que aquí se llama equivocadamente humor es esa catarata de obcenidades, por un lado, y por el otro, la burla miserable y chabacana de identidades raciales y preferencias sexuales.
Basta ver los programas de televisión: por ellos desfilan, uno a uno, los imitadores de los defectos físicos, y los payasos racistas y procaces. Nuestro seudo-humoristas no son más que chistosos de "cuento verde", en los que la verdadera gracia y el hallazgo inteligente brillan por su ausencia.
Y en esa escuela, el público, que es incapaz de entender sutilezas y reales juegos de la inteligencia y el ingenio, reacciona a silbidos cuando se le proponen desafíos mentales de gracia y verdadero humor.
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