* Se cumplen hoy 90 años del final de la Gran Guerra, como la llamaron las gentes de la época. Cuando terminó, después de causar 20 millones de muertos y un número por lo menos igual de mutilados y perturbados, se creyó que su indecible horror la converiría en la guerra que pondría fin a todas las guerras.
Fué un desastre tan irrrazonable que se expresó en una secuencia de errores y disparates sangrientos. Mientras la tecnología había permitido fabricar armas muy sofisticadas para su tiempo, las estrategias no habían cambiado en Europa desde las guerras napoleónicas: Generales torpes y anticuados ordenaban ofensivas concebidas para armas manuales contra ametralladoras que diezmaban los batallones con implacable precisión. Hubo batallas en las que murieron hasta 25.000 soldados en los primeros minutos del combate, mientras oleada tras oleada era despachada al frente de guerra.
Y mientras la aviación iniciaba su bautismo de fuego, los tanques irrumpían frente a impotentes regimientos de caballería.
Cuando, después de cuatro años de carnicería terminó el combate, se inició la conferencia de Versalles, en la que reinó el espíritu de venganza contra los vencidos. Con lo cual se sembró otra guerra más mortífera aún, que convertiría a la Gran Guerra, simplemente en la primera de las dos grandes hecatombes del siglo XX.
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