* Parece que el Diablo es literariamente atractivo siempre; dos obras escritas por académicos de alta talla así lo demuestran. El primero, nada menos que Harold Bloom, se ocupó del señor de las sombras en su Fallen Angels, obra en la que llama a la humanidad a solidarizarse con el viejo Satán: criatiras mortales e imperfectas seríamos todos, en una palabra, ángeles caídos. Henry Ansgar Kelly, distinguido scholar de la Universidad de California, ha escrito Satan, A Biography, en la cual procede a un exámen minucioso de la Biblia para demostrar que el libro sagrado no apoya la imágen tradicional que se hace del Diablo. No obstante, Satán sale un poco disminuído de la lectura de las dos obras, ya que la fascinación o el pavor que siempre ha ejercido resisten mal losintentos de humanización.
El análisis del texto bíblico hecho por Kelly se pierde a veces en filigranas gramaticales, lo que vuelve árdua la lectura. Al fin de cuentas, Satanás es casi como un "extra" en la biblia. Su papel más protagónico en el Antiguo Testamento está en el Libro de Job, cuando instga a Dios a probar la devoción de job infringiéndole una catarata de castigos al pobre. En el Nuevo Testamento la cosa mejora, y Satanás parece dominar al mundo; pero Kelly argumenta que, en últimas, ese poder es delegado por Dios.
La narración cristiana de la perdición y la redención del hombre casi podría haber prescindido del maligno. Pero la Iglesia necesitaba de un opositor mayor, una figura en la cual se pudiera concentrar todo el terror del pecado. Por ello se le atribuyeron al Diablo cualidades que no le pertenecían. Sus perversiones, por ejemplo, no aparecen en la Biblia y son probablemente una herencia pagana de los faunos, criaturas lujuriosas. Kelly le atribuye a Orígenes de Alejandría, teólogo del siglo III el lance creativo de transformar a Satanás en un ángel de calidades divinas que, por orgullo, quiso superar a Dios, y acabó cayendo del cielo. El Ángel Caído, que prefiere sufrir en el Infierno a servir en el Cielo, ganará una dignidad diabólica en el Paraíso Perdido, el poema del inglés John Milton, en el siglo XVII. Y es en esa figura que se centra Bloom, admirador apasionado de Milton. Derivación menor de Omens of the Millennium, the Gnosis of Angels, Dreams and Resurrection, la más completa (y exquisita) disgresión teológica de Bloom, Fallen Angels regresa a los temas tradicionales del autor. Bloom reclama por la decadencia de la lectura en la cultura audiovisual contemporánea t y reitera que Shakespeare (que no hablaba mucho de ángeles, caídos o no), es muy, pero muy importante.
La dignidad el Angel Caído de Milton es una excepción. Al caracterizar al Satán de Job, Bloom dice que él actúa como "el director de la CIA de Dios". En el mismo tono, Kelly dice que el Satán del Nuevo Testamento no es más diabólico que un director del FBI. En la Leyenda áurea, colección de historias de santos del siglo XIII, un demonio hace un papelón al intentar (sin éxito) que Santa Justina ceda a las embestidas sexuales de un seductor ansioso. En el Fausto de Goethe, el demonio Mefistófeles se distrae espiando las nalgas de los ángeles -y pierde el alma de Fausto, llevada a los cielos. El poeta francés Charles Baudelaire observó que el mayor truco del Diablo es convencernos de que no existe. Y tiene sentido: basta prestarle un poco de atención, para que se convierta en una figura ridícula.
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