Hace 70 años se dió comienzo en Alemania a la persecusión brutal de los judíos con la Kristallnacht, o noche de los cristales rotos cuando miles de sinagogas fueron incendiadas y los comercios de los propietarios judios, destruídos. Fué un frenesí de destrucción y fanatismo tristemente ceelebe por haber dado comienzo a lo que más tarde se concretaría en la despiadada "solución final".
También un 9 de noviembre de 1989 el Muro que durante décadas había separado a alemanes del oeste y del este, por obra y gracia de la Unión Soviética, se derrumbaba por sorpresa y sin que ningún servicio de espionaje internacional lo hubiera pronosticado, incluido el de la Alemania occidental. Y todo ocurrió porque el pueblo quiso y un ministro cometió un desliz.
Ocurrió que el entonces ministro de Propaganda del este, Günter Schabowski, a la sazón miembro del Politburó comunista, se vió obligado a representar al Gobierno en una rueda de prensa en directo porque ninguno de sus compañeros podía o estaban todos fuera de Berlín de vacaciones.
La RDA era un cadáver y la presión social para pasar a Occidente resultaba insostenible. En esas, Schabowski, acude con poco tiempo a la rueda de prensa y sin apenas haberse leído los informes. Su cometido es verificar que el agonizante Gobierno prevé flexibilizar claramente los viajes más allá del 'Muro de contención antifascista', en la denominación histórica germanocomunista. Un periodista de la agencia italiana Ansa, Ricardo Ehrman, le pregunta cuándo será efectiva la decisión. El ministro duda, mira sus papeles, no ve el párrafo donde pone "medidas escalonadas" y contesta: "En cuanto lo diga... Inmediatamente".
Fue el disparo de salida para miles de alemanes del este que agarraron sus 'travies' de fabricación germanooriental y acudieron al Muro. Querían salir. Los guardias no rechistaron y abrieron las puertas. Las televisiones del mundo mostraban a legiones subidos al Muro y demoliéndolo con todo tipo de ingenios.
Nacía la esperanza de la Unificación, que el efectivo Helmut Kohl consiguió hacer comprender tanto a Ronald Reagan como a Mijail Gorbachov. Un año más tarde, renace Alemania de sus cenizas. Diecinueve más tarde, el paro en el este es sensiblemente más alto que en el oeste y muchos quieren emigrar. En el ex territorio de la RDA, la imagen de aquel régimen se ha suavizado. Aquellos eran los tiempos del empleo total, el mismo Trabant y la misma pastilla de jabón para todos. A cambio, el silencio bajo la amenaza de la represión.
Sí, efectivamente, el 9 de noviembre es un día importante en Alemania. La propia canciller, Angela Merkel, tiene previsto hablar en la sinagoga de la Rykerstraße en Berlín, una joya arquitectónica que el año pasado se reinauguraba tras servir durante años como almacén y establos. Se salvó de ser destruida porque está encastrada entre edificios de viviendas y esa noche los vecinos de aquellas lograron hacer entrar en razón a las huestes nazis. Cordura dentro de la locura.
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