Es curioso que la mayoría de la gente que escribe en la prensa habla de China como si fuera la única gran superpotencia que se está formando en el mundo, y se olvida casi por completo de La India. Un país con 1.120 millones de habitantes, ese otro verdadero continente por sí solo, padece el estigma de una leyenda tan generalizada como falsa: la de que toda su gente vive en la más abyecta miseria. Es una imágen potencializada, entre otras cosas, por las leyendas, películas y fotos de fakires, de vacas sagradas circulando por entre multitudes de miserables semidesnudos, de su extraño y complejo sistema de castas, y de la Madre Teresa, de cuya muerte, entre otras cosas se cumplen diez años en estos días, cuidando con sus hermanas de comunidad a los enfermos y hambrientos de Bombay ( o Mumbai ?).
Todo lo que aparece en ese cuadro es cierto, pero no es toda la verdad. India tiene algunos de los más renombrados institutos tecnológicos del mundo, tecnología nuclear, una industria mucho más desarrollada de lo que se cree, en el campo textil, químico, alimentario, del acero, los transportes, elpetróleo y sus derivados, la maquinaria pesada, incluso la industria automóvil y, en los últimos años el campo del sofware. La circunstancia de que uno de los idiomas nacionales sea el Inglés le ha dado a los hindúes una gran ventaja sobre otros países en este último campo y en el de los servicios: muchas empresas norteamericanas son atendidas frente a los clientes por jóvenes de esa nación a través del teléfono e internet.
Pero hay más; con una clase media de más de 200 millones de personas, la economía hindú crece vigorosamente. Y además, a diferencia de China, es un país democrático.
Tiene muchas fallas sin duda, pero merece más atención.
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