Estamos en época de profesías. De arúspices, mentalistas, intérpretes del arcano, astrólogos, lectores de la carta, y topógrafos del plano astral. En una palabra, de charlatanes. Ya hemos citado, quizás varias veces a Sir Bertrand Rusell, quien decía que era más fácil convencer a la gente de lo absurdo e irracional, que de las cosas verdaderas, científicas y serias. Aprovechando la relativa calma noticiosa de la época, las cadenas radiales, que son las que escuchan las gentes comunes del país, montan entrevistas y coloquiso con una serie de traficantes de la mentira cuya ignorancia solo es comparable con su desvergüenza. En un revueltijo indigesto de conceptos, se mezclan, la astrología, una práctica sin fundamento serio ninguno, con la astronomía, una ciencia. Por ese camino, los eclipses, simples efectos derivados de los movimientos de los astros, en otras palabras, perturbaciones de la luz debida a las rotaciones y traslaciones de planetas y estrellas, perfectamente calculables y predecibles, se vuelven acontecimientos mágicos que ayudan a maravillar a los crédulos. Y así, utilizando habilmente hechos científicos con creencias infundadas, los modernos "magos" se aprovechan de la credulidad popular para ganar dinero.
Pero quizeás seamos injustos. - No será que es la gente, con su necesidad de ilusiones la que propicia estas cosas ? Y de pronto, esos traficantes de sueños no hacen otra cosa que prestar un serrvicio público.
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