Ha empezado el complicado proceso de la elección del Presidente de los Estados Unidos. Y explicablemente, este es el mecanismo electoral más seguido, opinado, examinado e incomprendido del mundo. Aparte de los muchos vectores propios de ese país, que intervienen de las más variadas maneras, tales como los intereses económicos, las aspiraciones sociales, las fuerzas conservadoras entre ellas las religiosas y también las raciales, están las cuestiones que se originan en la posición norteamericana frente al resto del mundo. Alguien decía hace años que dada la influencia de los Estados Unidos en el mundo, en este proceso no solo deberían intervenir los ciudadanos americanos sino todos los habitantes del planeta. Lo cual, con todo y lo absurdo que parezca, no deja de tener cierta lógica.
Lo malo es que la opinión de los extranjeros casi nunca coincide con la de los votantes. Ahora, por ejemplo, es claro que muchos europeos, según una encuesta, preferirían que Hillary Clinton ganara la Presidencia, lo que es difícil, aunque no imposible que ocurra. Personalmente no creemos que sea así.
En todo caso, como pocas veces, esta será una elección más reñida de lo que anticipan los analistas actuales. El tiempo se encargará de darnos la razón.
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