Aunque el desmonte del centralismo inicial y el recurso al federalismo permitió equilibrar mejor las cosas, en un principio la ventaja de los francófonos persistió. Pero poco a poco, los disciplinados belga-holandeses, llamados Flammands o Flamencos, fueron superando económicamente a los otros y convirtiéndose en una fuerte maquinaria productiva que, naturalmente, empezó a exigir que ese poder económico se reflejara en poder político. Y allí está el problema, porque esa confrontación se ha ido agravando hasta amenazar la uniodad nacional. Hoy en día, el problema lingüístico tambien se ha agravado al extremo de que cada uno de los dos grupos prácticamente ignora por completo el idioma del otro.
Durante varios meses, fué imposible formar un gobierno porque los dos bloques nacionales no pudieron ponerse de acuerdo en un gobierno de coalición. La situación sigue grave y preocupando al resto de Europa, especialmente a aquellos países que tienen en su suelo amenazas nacionalistas, como es el caso de bascos y catalanes en España, y también corsos en Francia o Escoceses en el Reino Unido. Y aunque no se ha llegado a un punto de no retorno, nada permite asegurar que ello no ocurra finalmente.
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