Es una tonteria decir que los factores sicológicos tienen un papel tanto o más importantes en el funcionamiento de los mercados, que los elementos objetivos y físicos. Siempre ha sido así, y es por ello que los expertos advierten constantemente sobre los riesgos de las informaciones imprudentes. Pero lo grave es que cuando esos factores sicológicos se "disparan" para decirlo de alguna manera, no es fácil saber que es lo que está ocurriendo en realidad. Del mismo modo que el súbito entusiasmo por expectativas de ganancia puede disparar el alza de los valores, el pesimismo tiende a general peligrosas tendencias cuyo control es difícil, y requiere de medidas inmediatas y radicales. Muchos creen, por ejemplo, que el precio actual del petróleo, cercano a los 100 dólares por barril no corresponde, ni a real demanda de los combustibles desde el punto de vista de las necesidades de energía, ni a las verdaderas existencias o reservas del crudo. Es la especulación la que sostiene esos precios, amparada en la inestabilidad política del mundo.
El nerviosismo actual de los mercados se basa en la certeza, profusamente alimentada, de una recesión en la economía de los Estados Unidos. A él han contribuído las noticias sobre las grandes pérdidas de la banca en el episodio de las hipotecas sub-prime que ha estremecido la economía mundial. El poderoso Citigroup ha declarado pérdidas por más de $ 8.000 millones, aunque The Economist afirma que el valor es mucho mayor.
Y en esta peligrosa situación, nadie parece saber exactamente qué tan graves son las cosas. Si en realidad se trata de una recesión generalizada, o si lo que hay realmente es una desaceleración relativa de la economía, como quiere darlo a entender la Reserva Federal norteamericana.
Habrá pues, que esperar, para ver si los temores corresponden, y hasta qué punto a la realidad. Y sobre todo, qué van a hacer los encargados de cuidar la economía mundial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario