viernes, 18 de enero de 2008

Fisher

Cuando los atletas y artistas de la Unión Soviética recogían triunfos para su país, que consideraba sus éxitos como prueba de la superioridad socialista, era premiados con grandes privilegios en abierta contradicción con los principios igualitarios de esa doctrina. Algo que, por otra parte, se repite, aunque de manera muchísimo más moderada en Cuba. (tanto que ha convertido a las continuas deserciones de sus representantes en cuanto torneo se organiza, en un problema grave).

Los Estados Unidos, en cambio, ha sido mucho menos tolerante con sus héroes, especialmente cuando rompen ciertas prohibiciones  de naturaleza política, como le ocurrió al gran campeón de ajedrez que acaba de morir, a pesar de que le dió uno de los triunfos más sonados, y políticamente explotados de la Guera Fría. Washington no le perdonó haber visitado Cuba y otras transgresiones parecidas a pesar de los pedidos de clemencia internacional, con una saña que dice mucho del temperamento de sus líderes.
Es cierto que Fisher fué una personalidad extraordinariamente compleja y conflictiva, hasta el grado probable de la esquizofrenia. Pero no hay duda de que la estúpida incomprensión de sus compatriotas, o al menos del gobierno de su país, jugó un papel decisivo en su dolorosa vida.

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