"Vivió tiempos difíciles, como todos los hombres', dijo Borges de uno de sus personajes. Es una frase que se aplica a este país con una precisión que quizás no alcance en otros lugares. No recuerdo ninguna época de mi vida en la que no haya tenido la sensación de estar viviendo tiempos azarosos y amenazantes; siempre con la opresiva impresión de que las cosas son precarias, inseguras, vacilantes. No sé si existan otros ámbitos en donde la gente se sienta confiada de que habita con seguridad y que tiene razón para confiar en que sus días trabscurriran indefinidamente serenos y pacíficos. Como dicen que eran esos tiempos bucólicos de leyenda de que hablaron los poetas. Pero si así fueron en realidad, tal vez no sería capaz de soportarlos; quizás extrañaría esta desazón cuotidiana que, de todos modos, modela nuestro comportamiento haciéndonos creer que si no aprovechamos cada día, cada hora, cada fin de semana, después habremos de lamentarlo.
Nuestros compatriotas son reconocidos por su actividad y dinamismo en otras partes. Es posible que esas virtudes sean hijas de esa perenne urgencia que nos impulsa, en busca de un reposo que nunca llega.
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