En un artículo escrito por Sir Ian Kershaw, profesor de historia moderna de Alemania German en la Universidad de Sheffield en The Guardian, se recuerda que cuando el partido Nazi adquirió relevancia ganando 107 curules (18.3% de los votos) en el Reichstag en la elección de septiembre 14 de 1930, los periódicos británicios ya no tenían ninguna razón para haber menospreciado a Hitler. Pero como Brigitte Granzow lo mostró hace tiempo en su libro, A mirror of Nazism, el periódico citado empleó los años siguientes haciendo análisis completamente distorcionados. Y la misma actitud fué una constante en la prensa británica.
El 21 de Septiembre de ese mismo año, el Observer expresaba la creencia general de la izquierda de que Hitler era una criatura del gran capital. El peligro real no sería Hitler, sino el magnate de los medios y líder del partido Nacional del Pueblo Alemán, Alfred Hugenberg. Las "maniobras de Hugenberg", están dirigidas a promover tanto a los Communistas como a los Nazis como un vehiculo para debilitar a las clases trabajadoras organizadas. "Hugenberg, y no Hitler, toca la melodía Nazi."
Una semana más tarde, el periódico desdeñó a Hitler como "dramático, violento y superficial", y como un "peso liviano" viéndolo, "no como un hombre sino como un megáfono" del descontento prevaleciente, dirigiendo una reacción militarista que podría significar la destrucción de la paz. El periódico llegó a sostener, increiblemente, que Hitler era "definitivamente cristiano en sus ideales" y, más extrañamente, que los suyos eran los ideales de los Católicos alemanes.
The Guardian consideró el 25 de Septiembre que la exclusión del partido Nazi del gobierno del Reich, dado su éxito electoral no favorecía a la democracia alemana ya que su ingreso resultaría en un fortalecimiento de ella ""a la larga..."
El mismo día en que esas ideas se publicaban, Hitler le dijo a un tribunal en in Leipzig (donde se juzgaba a tres jóvenes oficiales por simpatías haciia los Nazis, por conspirar para cometer alta traición) que su movimiento llegaría legalmente al poder , y luego formaría el Estado que sus miembros esperaban, y "rodarían cabezas".
The Guardian siguió con sus ideas porque Hitler, "mientras se llenaba de la verborrea de la revolución", no era "un líder revolucionario". Afirmó que le faltaba el valor, y que su tonto desafío ante el tribunal de Leipzig provocaba innecesarios temores, mientras que sus afirmaciones de proceder legalmente no eran consideradas con seriedad. El 29 de septiembre de 1.930 le restó importancia llamándolo "desvariado payaso que golpea el tambor en la puerta del circo Nacional Socialista". Tres días antes el diario había dicho que pocas cosas eran ménos probables que una victoria de Hitler en Alemania.
Para 1932, mientras la crisis de la democracia alemana se profundizaba, la prensa británica dedicaba más espacio al Nazismo. Pero aún entonces, la subestimación de Hitler era la nota común. Todavía el 21 de Febrero de 1.932, The Observer, no veía a Hitler sino como un demagogo propulsado financieramente por los Nacionalistas; sin embargo da marcha atras ante su candidatura para la Presidencia del Reich en marzo 20 cuando escribe que sería erróneo mirar a Hitler como un "mero agitador y outsider". Aquí, como en the Guardian (que aún en Marzo 30 de 1932 pretendía que Hitler no era más que un charlatan), el criterio emergente era que se trataba de un "moderado", que podría convertirse en estadista, si lograba controlar su propio violento y caótico movimiento.
Lo mismo se pensaba en relación con el anti-semitismo. The Observer, en su artículo de Marzo 20 de 1932, decía que los ataques al antisemitismo de Hitler exageraban el problema, agregando: "No se debe olvidar que la mayor parte de la prensa republicana alemana está en manos judías."
A medida que la violencia urbana se intensificaba, en el verano y otoño de 1932, el Guardian persistía en la creencia de que Hitler estaba siendo apartado por los sectores radicales de su movimiento.
En su artículo encabezado Hitler Losing Control (Hitler perdiendo el control) el 10 de Agosto de 1932, Joseph Goebbels, el líder de propaganda del partido, era visto como, la verdadera cabeza pensante de la agresión Nazi. El 16 de Agosto después de que el Presidente del Reich Hindenburg se había negado tres días antes a entregarle la Cancillería a Hitler, el periódico clamaba que Hitler nunca había sido el verdadero jefe ("real master") del movimiento Nazi, que lo había presionado a convertirse en el "Mussolini alemán contra su propio mejor criterio ".
Cuando Hitler resolvió la crisis en el movimiento Nazi a principios de diciembre de 1932 en relación con la estrategia del partido, lo que llevó a la renuncia de uno de sus tenientes principales,, Gregor Strasser, el Guardian del 10 de Diciembre interpretó el episodio como una victoria para Goebbels y los radicales del partido.
Desestimar la importancia de Hitler y verlo como un reaccionario, significó inevitablemente que las maquinaciones que lo llevaron al poder el 30 de enero de 1933 fueron vistas como la "victoria" de las fuerzas reaccionarias del Nacionalismo alemán Sin embargo, al día siguiente, el Guardian comentó proféticamente que "no es de ningún modo cierto que los Nazis vayan a ser prisioneros de los Nacionalistas en este nuevo Gobierno", y que el nombramiento de Hitler como Canciller del Reich puede significar "un momento crucial en la historia de la Alemania de la post-guerra ".
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