jueves, 8 de noviembre de 2007

Metro a Metro

La cuestión del Metro de Bogotá refleja una vez más el carácter timorato y parroquial de nuestro país, y lo que Alvaro Gómez describía como una incapacidad para las cosas grandes. En Colombia todo proyecto que se salga de las sencillas dimensiones que se considerar apropiadas a nuestra modesta condición, se consideran "faraónicas". El mismo Bogotá suministra los ejemplos más notorios de esa estrechez de metas: cuando el entonces alcalde Fernando Mazuera inició la construcción de los modestos puentes de la calle 26 y la ampliación de la carrera décima, el clamor de los horrorizados bogotanos de baja previsión fué tan grande que el emprendedor manizalita no pudo cumplir sus proyectos. Hoy sabemos lo que perdió la ciudad, y las "faraónicas" obras no pasan de ser unas "cositas" de segunda o tercera. tampoco dejaron al alcalde Albán Holguín que construyera la "Avenida de los Carros" y Bogo†a terminó con ese caminito menor que es la circunvalar. Pero también en el plano nacional han actuado los modestos: no dejaron que el país hiciera el Mundial de 1.986. No dejaron que se adquiriera el satélite en los setenta; "esa obra faraónica que no puede ni soñar este país". Ahora es el turno del Metro. Ciudades más pequeñas como Santiago y Santo Domingo lo construyeron. Y es indudable que, como sea, la capital colombiana tiene que construir este sistema de transporte, y no diferirlo más por faraónico que le parezca a las mentes modestas de este país.

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