Ya lo dijimos. Nuestro país, o mejor, nuestros gobiernos en su desolador parroquialismo no saben manejar las relaciones con los otros países. Pero lo peor es que no parecen darse cuenta de ello, y le achacan sus desaciertos a causas impredecibles, o a circunstancias impropicias. Y eso es grave, porque con la temperatura que han ido cogiendo nuestros desencuentros con el vecino líder bolivariano, cualquier cosa puede pasar. En este caso no es actitud acertada la del avestruz. Ni es adecuada la de pretender que no pasa nada, queriendo "dar por terminado" unilateralmente un problema bilateral.
Pero esa ha sido la eterna política colombiana. Atados desde siemprea los dictados norteamericanos, -recuérdese la divisa de Marco Fidel Suárez, "respice polum"-, la política exterior del país nunca ha superado ese unanimismo servil, y por eso nunca ha desarrollado una visión enterada y comprensiva del mundo, y me refiero apenas al mundo que nos rodea.
Ha sido el comercio, aupado por los problemas en Venezuela, por ejemplo, lo que nos ha permitido descubrir el Caribe: la República Dominicana nos sugiere hoy una mayor relación con ella. Quien sabe cuando nos hubiéramos podido beneficiar de unas relaciones activas y dinámicas con las antillas inglesas, francesas y holandesas. Y quizás hoy contaríamos con una comprensión y una solidaridad que nos hace falta. Ahora que nos vemos metidos en líos de impredecibles consecuencias con nuestro vecino de la frontera oriental.
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