Mañana se cumplen cuarenta años de la muerte del Ché Guevara. Y será la ocasión de demostrar que las ideologías de toda especie generan cultos que se parecen extraordinariamente entre si. Tomemos el santoral cristiano; allí se veneran los seres que se elevaron a los altares de la fé. Tomemos el panteón de los héroes del socialismo; es una especie de santoral laico en el que también se les rinde culto a los seres que personificaron las virtudes revolucionarias. Esas virtudes se parecen. La fé en la doctrina. La esperanza en el paraíso final.
Las vidas de los santos laicos y las de los religiosos también dan lugar a hagiografías similares. Y los fieles les ofrecen a esos santos tributos de adhesión comparables. Sus altares son sus tumbas. Tumbas en las que, como todos los santos, probablemente reposen cuerpos que no son los suyos.
Esas vidas que se presentan a todos como ejemplares, son la manifestación de que cuando se acabe la religión, como algunos predicen, será en todo reemplazada por otros cultos que jugarán en la existencia de los seres humanos el mismo papel.
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