El espíritu de cuerpo es una cualidad en el ejército. Sobre todo cuando se traduce en el sentido de pertenencia a una unidad, de modo que las aspiraciones y hasta las necesidades del individuo se ven superadas por las necesidades del grupo. En el combate, ese sentimiento fortalece la disciplina y por tanto la eficacia.
En otra clase de grupos, el espíritu de cuerpo no parece tan positivo. Los miembros de una profesión tienden a cerrar filas cuando creen que uno de los miembros está siendo atacado. Y lo que se vé bien en el ejército no lo parece tanto en el cuerpo médico, por ejemplo. Es sabida la dificultad que tienen los jueces para contar con la asesoría de un profesional de la medicina, cuando éste cree que su declaración puede perjudicar a un colega. El resultado es que la profesión busca a todo trance hacerse invulnerable.
Lo mismo ocurre en otros oficios. En unos más que otros; y con frecuencia, la gente lo encuentra odioso.
Es importante y hasta necesaria la solidaridad; pero no al precio de volverse una fortaleza detras de la cual se justifican todos los comportamientos, por equiivocados que sean.
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