Desde hace algunos años, los representantes del pueblo, en ciertos países, han dado en la manía de legislar sobre la historia. La Asamblea Nacional de Francia resolvió promulgar solemnemente el carácter "globalmente positivo" del colonialismo que ese país adelantó en varios continentes hasta mediados del siglo pasado. Naturalmente, las ex-colonias, en particular las africanas no se sintieron impresionadas por tan imperial proclamación y manifestaron de manera bastante ruidosa su opinión claramente disidente sobre el mencionado período histórico y sus rasgos más notorios.
Ahora es el Congreso americano el que ha decidido declarar al mundo que un episodio de la historia turca, la muerte de millones de Armenios, ocurrida a principios del siglo XX, constituyó realmente un genocidio, versión sostenida incansablemente por la comunidad armenia y negado categóricamente y con la misma tenacidad, por el Estado turco desde entonces. Cualquiera que sea la verdad, no parece muy afortunado ni prudente por parte de los legisladores americanos entrometerse en la historia de un país extranjero, que además se ha caracterizado por acompañar a los distintos gobiernos de su país en las más discutibles políticas, como lo demuestra, entre otras, la invasión a Irak, firmemente acompañada por Ankara.
Ahora los turcos están furiosos, y Washington deberá encontrar la manera de arreglar los estropicios diplomáticos de unos parlamentarios que saben mostrar, de manera muy convincente, la notable dimensión de su torpeza.
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