Los grandes periódicos nacionales han venido sosteniendo que el papel de la prensa hoy en día ya no es expresar una opinión política o ideológica sino informar. Por ello, uno se ha encontrado en sus páginas, durante los últimos años, un verdadero collage de comentarios de las más disímiles ideas y pretensiones, pero no una posición de principio coherente y definida. Tal vez lo que ocurrió fué que desde el Frente Nacional, esos periódicos, generalmente pertenecientes a sociedades familiares, optaron por apoyar el Establecimiento al cual siempre habían pertenecido y pronto descubrieron que esa estrategia no permitía, al mismo tiempo, mantener una afiliación pugnaz a los partidos y las posiciones políticas que ahora formaban la gran alianza: los adversarios de antaño se habían convertido en socios, y los diarios descubrieron que para sobrevivir debían convertirse en negocios. Desaparecieron los grandes textos que uno leía, bien para recocijarse en el acuerdo con el periodista o para pelear con él, pero siempre disfrutando del placer que producía el despliegue de la inteligencia representada en la dialéctica.
Decir que la prensa mundial se ha vuelto esencialmente informativa carece de todo fundamento en la realidad. En la propia España, nadie confundirá nunca la posición de EL PAIS, vinculado al PSOE, con el talante de EL MUNDO, más próximo al PP. En Inglaterra es clara la visión conservadora del TIMES frente a la verticalidad izquierdista del OBSERVER o THE GUARDIAN. En los mismos Estados Unidos, hay una diferencia apreciable entre el centro-derecha que propugna THE WASHINGTON POST y el tinte más cercano al partido Demócrata del NEW YORK TIMES. Y así mismo ocurre en otras países; en Italia, la REPUBBLICA es de izquierda, en Japón el ASAHI SHIMBUM es de derecha y ultra pacifista.
El otro juego consiste en que el periódico es detentado por un grupo que representa abiertamente al poder y a los intereses defendidos por el gobernante. Pero la mayoría de sus notas están escritas por críticos de ese mismo poder. Lo cual no es más que otra estrategia, igualmente alejada de las posiciones de principio que enriquecen el periodismo escrito, y es su única defensa frente al impacto arrollador de los otros medios de comunicación.
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