lunes, 20 de agosto de 2007

Taxidermia

Hace poco una revista publicó las fotos de los animales disecados que un conocido funcionario cuelga en su casa. No eran pequeños y discretos trofeos sino elefantes, rinocerontes y curiosamente hasta una jirafa, supuestamente cazados en Africa por el político. Esta especie de parafernalia zoológica no es cosa rara entre los millonarios de paises ricos, que se pueden dar el lujo de viajar al continente negro y darle gusto a sus aficciones cinegéticas. Pero en Colombia causaron impacto. Una periodista habló de repugnantes trofeos; un conocido programa de radio incitó abiertamente a sus oyentes contra la colección, y desde luego, contra su propietario. Supongo que los estudiosos de la psicología de los pueblos tendrán mucho que decir sobre esta feroz reacción. Entre los indignados están, naturalmente, los defensores de los animales y quienes consideran la caza como un rezago bárbaro de tiempos superados por la conciencia de los hombres. Pero también están quienes consideran que es vergonzoso que compatriotas nuestros tengan la posibilidad de darse gustos que están no solo a años luz de los que disfrutan nuestras gentes, sino que constituyen una especie de desafío insolente a su pobreza y a sus privaciones. De alguna manera, se cree que estas aficciones deberían permanecer en discreta intimidad ya que no existen medios de evitarlas e impedirlas.

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