En Alemania está prohibido que las grandes tiendas y almacenes abran sus puertas los sábados y domingos. Ello tiene por objeto proteger a las pequeñas tiendas de barrio que, de esa manera, tienen la posibilidad de vender durante el fin de semana y de esa manera resistir a lo que, de otro modo, sería una competencia ruinosa. Cierto que en ello está el poder de una clase media propietaria cuyo bienestar se apoya en esa clase de negocios. De todos modos el común de las gentes tiene también una especie de protección contra el dominio excesivo de los grandes emporios, especialmente en el sector de los alimentos.
Por desgracia aquí, donde no existe esa clase de protección a los ciudadanos corrientes, los supermercados y las grandes tiendas por departamentos ejercen su predominio sin ninguna consideración durante toda la semana. Existen, claro, algunas tiendas de barrio, pero su presencia es cada vez más esporádica, especialmente en los sectores de clase media; pero ellas no son competencia apreciable para los tiburones de los llamados "grandes espacios" cuyo nivel de servicio nunca se compara siquiera con una visión moderada de su propia publicidad: lento, descuidado y escaso como lo comprueban las cajas y puestos de pago, casi siempre atendidas en menor número del necesario. Esta es una de las calamidades en tono menor del subdesarrollo: la desprotección cuotidiana del ciudadano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario