miércoles, 9 de julio de 2008

En un Estado Laico . . .

. . . la máxima autoridad debe mantener una distante neutralidad. No importan sus convicciones personales. Ellas le pertenecen y es su derecho respetarlas y honrrarlas. Debe profesarlas en la privacidad de su intimidad. Pero no puede expresarlas públicamente, porque hay otras personas cuyas creencias garantiza la ley superior del Estado. Y esas personas no deben sentirse excluídas de algún modo de los intereses de la máxima autoridad .

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