Algunas eran de esperar; otras son sorprendentes. Que al Consejo de la Judicatura no le parezca bien el regreso a la cooptación es perfectamente entendible: pierde un poder que ha ejercido a su libre albedrío. Que la Corte Suprema no quiera que le quiten la elección de Fiscal General es menos claro; para qué quiere ese poder ? Que a las Cortes no les guste que les quiten la intervención en la elección de Procurador tampoco parece razonable.
Porque toda intervención de las Cortes en la elección de altos funcionarios del Estado, empezando por sus propios integrantes es indeseable y peligrosa. Lo primero, porque tiende a crear grupos de amigos, y exclusivismos odiosos. Además, perjudica a quienes han vivido siempre en la provincia y su capacidad y trayectoria es generalmente ignorada en la capital. Lo segundo porque, en el caso de la elección o terna de funcionarios, lanza inevitablemente a los magistrados al terreno político a través de presiones, halagos e intentos de influenciar su voto; y esa connivencia con la política y los políticos deja secuelas para bien y para mal.
Fuera del sector judicial también hay críticas, algunas de ellas nada inocentes; como las de ciertas organizaciones que, actuando por cuenta de quienes las promueven, no paran de criticar a aquel, y de intentar que se les permita intervenir en los procesos de designación de los miembross de las cortes para asegurarse de que a ellas lleguen personas afines a sus intereses económicos.
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